Una diseñadora en Nueva York

Una receta para el desastre = Nikki + Brandon + ¿un nuevo amor? He aquí el duodécimo volumen de la serie «Diario de Nikki», el diario en el que Nikki le da vueltas a todo... El curso está a punto de acabar y Nikki intenta encajar sus distintos planes de verano. Encima, se enfrenta a una catástrofe amorosa inesperada, porque ha llegado un chico nuevo que está interesado en ella. Pero ¡Nikki no quiere hacer daño a Brandon por nada del mundo! ¡Al final, deberá tomar una gran decisión y las cosas se le complicarán más que nunca!

Rosendo, de 12 años, sufre un problema en las cuerdas vocales que le hace tener voz de pito. Ha aprendido a vivir con ese defecto y la gente a su alrededor lo acepta hasta que llega al colegio. Allí, Lautaro, dos años mayor y muy popular gracias a su habilidad para dibujar, sin que nadie más lo note, empieza a atormentarlo. Lo obliga a darle cosas, le pone apodos y lo castiga físicamente. Cuando el chico reúne fuerzas y consigue defenderse del abusón, parece, a ojos de los demás, que él es el acosador. Gracias al apoyo de su padre, Rosendo conseguirá explicar que ha sido la víctima ...

Puedes pensar que conoces el cuento: una joven y feliz pareja, dos perros leales, una camada de quince cachorros llenos de manchas y la mujer determinada a convertirlos en un abrigo perfectamente moteado. Tan determinada que roba a cada cachorro de dálmata en Londres, juntando un total exacto de ciento y un. Sin embargo, ¿quién es ese monstruo? Humana no es. ¿Quién es esa bestia feroz? ¿Quién es la mujer detrás de esto? Antes del accidente de auto, del secuestro de perros y de que las pieles se volvieran su único amor, hubo otro cuento: la historia de Cruella De Vil en sus propias...

¡La bruja Winnie está lista para lo que sea! Terribles tías tiranas, espeluznante secretarias de escuela, fantasmas en el correo o ropa encogida en la lavadora. . . Winnie the witch is ready for anything! Terrible tyrannical aunts, horrifying school secretaries, ghosts in the mail, or clothes caught in the washer . . .