Pobre patria mía
Porfirio Díaz se embarca en el Ypiranga y desde Europa observa al país desangrarse. Atrás han quedado las victorias en la Intervención francesa, las fiestas del Centenario y la severidad del «mátenlos en caliente». Para el viejo general no hay realidad más ingrata: levantó una nación que parecía un animal incivilizado; le trajo la calma, el orden, el ferrocarril, el petróleo y la modernidad, pero México le dio la espalda y lamenta que su cuerpo ya no sea capaz de dar una nueva guerra. La memoria y el tiempo lo consumen pero la claridad de los recuerdos no lo abandona ni le impide ...